Es necesario impulsar medidas alternativas colectivas, en vez de las respuestas individuales como ocultar, sufrir o evadirse, que no han tenido resultado.
Para reducir la violencia contra las mujeres sería necesario cambiar las normas y valores que la toleran y fomentan, así como todo aquello que refuerza actitudes sexistas, es decir la superioridad de un sexo sobre otro.
Una manera de conseguir estos cambios sería mediante la educación en igualdad de los niños y las niñas. Coeducar, tanto en igualdad de derechos como de oportunidades, supone que las actitudes y valores tradicionalmente considerados como masculinos o femeninos pueden ser aceptados y asumidos por personas de cualquier sexo y que tanto en la escuela como en la familia se tengan en cuenta los derechos y las necesidades de las niñas.
Durante la infancia conviene que tanto las niñas como los niños ensayen distintos roles y situaciones, y que expresen sentimiento como llorar, reír, mostrar cariño, ser dulces, rebelarse, así como enseñarles las habilidades domésticas necesarias para la autonomía y el desarrollo personal.
Las personas adultas nos podemos reeducar. Cuestionar la educación que hemos recibido es una forma de comenzar el proceso de cambio. Tanto los grupos de mujeres como los de hombres son un espacio de reflexión y análisis para lograrlo. Nadie está fuera de estas situaciones. Todos y todas debemos contribuir a erradicar este tipo de violencia.
Para prevenir la agresión sexual hay que promover una sexualidad distinta. Hoy día, se está confundiendo sexualidad con agresión, violencia, dominación e, incluso, con mejora de la posición social, en lugar de unirlo a afectividad, ternura y comunicación.
A la hora de plantear alternativas, otro elemento a tener en cuenta es la pornografía ya que potencia la violencia contra las mujeres.
También hay que cambiar la idea equivocada de que hablar de sexualidad supone fomentar la actividad sexual. Cuando las personas adultas no respondemos a las preguntas de las y los menores de forma sincera y natural estamos fomentando que busquen e inventen respuestas propias, creando un mundo de fantasías lleno de miedo y errores. En definitiva, se trata de que las personas se conozcan a sí mismas, se respeten y respeten a las demás y hacer que se viva la sexualidad de una forma sana y responsable.
Para prevenir los abusos sexuales a menores, es necesario que las niñas y los niños sepan de su existencia, así como que los agresores tratarán de intimidarlas o forzarlas a que guarden el secreto. Es preciso enseñarlas a decir que no cuando alguien les obliga a hacer algo que no desean. Hacerles saber que confiamos en ellas y ellos, que les vamos a creer y proteger. Esta es una función que deben cumplir las personas de la familia, la escuela y todas aquellas personas que están educando a menores.
Cuando se vive en pareja también hay que valorar y defender el derecho a una relación de igualdad, así como compartir decisiones y responsabilidades ya que es otro medio más para conseguir una vida sin violencia.
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